El que está cruzando el río nació en San Nicolás (provincia de Buenos Aires) en 1972 y vive en Rosario desde 1990.
Es profesor y licenciado en Letras, y Doctor en Humanidades y Artes, con mención en Literatura. Colaboró con reseñas, notas y entrevistas en el periódico El Eslabón, el diario El ciudadano & su región, el diario digital Redacción Rosario, el suplemento "Señales" del diario La Capital, la revista Diario de Poesía y en la sección reseñas de
http://www.bazaramericano.com/.
Es uno de los responsables de Salón de Lectura, sección de escritores del banco sonoro
Sonidos de Rosario y seleccionó y prologó Imaginarios Comunes. Obra periodística de Fernando Toloza (Córdoba, Editorial Recovecos, 2009).
Escribió
Letras de rock argentino. Género, estilos y transposiciones (1965-2008), Baja tensión (Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2012), Desaire (Bs. As., En Danza, 2014) y el inédito Locales y visitantes.

sábado, 2 de octubre de 2010

Un incesante adiós a la inocencia. Sobre Arde aún sobre los años, de Fernando López. Ediciones Recovecos, Córdoba, 2007, 308 páginas.

La reedición de un libro, años después de su primera publicación, trae aparejados con frecuencia ciertos presupuestos. La obra vuelve a editarse porque hay nuevos lectores en condiciones de leerla y porque posee méritos propios para ser rescatada del olvido. A ambos aluden Carlos Gazzera y Francisco Romero, los prologuistas de “Arde aún sobre los años”, cuando reflexionan sobre las causas de la tibieza con que la novela fue recibida en nuestro país, dos décadas atrás, mientras en el exterior obtenía el Premio Casa de las Américas.

La obra narra la historia de un grupo de jóvenes provincianos que luchan por llevar adelante un proyecto artístico: filmar con pocos recursos materiales y técnicos en un lugar —la pequeña localidad de San Tito— y un tiempo —el de la última dictadura militar— poco propicios para hacerlo. Como se advierte siguiendo su trama ágil y atrapante, una suerte de feliz excusa con la que Cachito, el Moro, Margarita, Tablita, el Patita e Ropero, el Mensajero y el Fuin se embarcan colectivamente en una tarea que no deja de intranquilizar a los representantes locales del régimen: el Coronel y el Turco. Sorpresivamente, el Moro, líder del grupo de cinéfilos, es llamado para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, por lo que debe alejarse del pueblo, al que no volverá tras participar en la guerra de Malvinas, en la que será gravemente herido. Esto cambiará sin duda la suerte de sus amigos, que deberán crecer sin su presencia fuerte, por momentos de dimensiones épicas según la perspectiva de Cachito, el personaje narrador.

Si bien la novela merece sobradamente un lugar en el corpus de textos ficcionales sobre Malvinas, como demanda de alguna manera esta reedición crítica, ella misma, por su propio peso, se inscribe con mayor fuerza en la serie de textos que en nuestra literatura nacional se reconocen como “relatos de formación”, que podría incluir, hablando en términos modernos, textos de Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Manuel Puig o Haroldo Conti, para citar los más relevantes.

En todos ellos, la narración deviene una aventura de transformación: la que sufren jóvenes o adolescentes que ingresan conflictivamente al mundo de los adultos. Esa tensión entre el mundo de los deseos y el de las convenciones sociales, rige los episodios narrados con solvencia por López, que logran recrear convincentemente una pasionalidad joven disruptiva en relación con “el orden de las cosas”. En pocos momentos cierto titubeo estilístico resiente la factura de la obra: en la introducción se cae en cierto emocionalismo que el lector no puede aún compartir, ni condice con el tono general de la novela.

   El final coincide con los prolegómenos de la transición democrática. En él, el narrador desliza un parágrafo tan optimista sobre la Historia que comenzaría que no puede dejar de resultar ambiguo tras los hechos relatados. En ese sentido, y como uno de sus mayores méritos, “Arde aún sobre los años” logra aunar el destino singular y vital de unos jóvenes provincianos con el aprendizaje de su inserción histórica y generacional en los duros engranajes del Estado, sugiriendo que la búsqueda de una identidad no cesará en sus equívocos pero al menos dejará una historia que contar, abierta a la reversión, en un incesante y muchas veces amargo adiós a la inocencia.
Publicado en "Señales", La Capital, 2/9/07.

1 comentario:

  1. Desde 1985, año en que Fernando Lopez recibiera su PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS hasta hoy, diciembre de 2013, ha pasado mucha agua bajo el puente. Pero un libro perdura para siempre, por lo menos su contenido e interpretación. Como ciudadano australiano me encuentro en ese lugar de mi pensamiento que me permite ver ambos lados de las cosas que de otra forma parecerían irracionales o confusas en cuanto a juzgar (solo en el sentido de analizar la diferencia entre el bien y el mal). Como argentino no soy tan valiente y caigo muy seguido en el agujero de la duda y la desconfianza. Sin embargo, visitando a mi madre en Mar del Plata en el 2001 decidí comprar algunas novelas para enseñarles a mis estudiantes de español en Australia cómo somos los argentinos en nuestro ambiente y no en el extranjero. Entre otras obras “Arde aún sobre los años” ocupó un lugar prominente en mi biblioteca, nunca abierto para ser leído, hasta que en una mañana de diciembre de este casi finalizado año (2013) decidí leerlo por una simple razón, no tenía nada nuevo para leer en los momentos de tomar mate sentado en la parte trasera de mi casa, recibiendo la brisa reconfortante proveniente del río y del canal. Desde el comienzo de la narración me sentí transportado a un mundo que solía conocer y que nunca podré olvidar. Cada paso de la historia me tocó el alma y me hizo recordar que soy argentino, aunque después de más de cuarenta años en Australia, no puedo dejar de ser. Yo no viví esa época tan desesperada y sufrida, tan bien narrada en las palabras simples y directas de Fernando Lopez, ya que emigré a Australia en 1971 en busca de 'algo diferente' que las casi inexistentes oportunidades de progreso en mi experiencia personal en Argentina, pero eso es otra historia. Las noticias que recibí en Australia acerca de las Malvinas me entristeció mucho ya que no pude concebir ver morir a tantos jóvenes de ambos lados que lucharon con ardor y tenacidad en favor de sus respectivos gobiernos por ra zones incomprensibles para esos muchachos. Para mí, el error fue comenzar una guerra que no tuvo ni tiene justificativo. Tanto Galtieri como Thatcher estaban equivocados. La guerra nunca tiene ganadores. Sólo perdedores, de vida, de respeto propio, de amor al prójimo, de realidad. Cada personaje en la historia de ' Arde...' nos hace pensar en toda la mentira, la depresión y la angustia que cubrieron con su manto de penumbra y escalofrío las vidas y ...muertes de tantos inocentes, sobretodo en lo que se refiere a los desaparecidos. No en vano todavía se reúnen las abuelas en la Plaza de Mayo para protestar y llorar. Me gusta mucho leer que Fernando Lopez 'puede sonreír y hasta reír' enfrentado con tanto horror, como lo detalla la contratapa del librito que tengo ami lado mientras escribo esto. En mi vida he aprendido que a pesar de todas las vicisitudes que uno sufre, en realidad el hombre verdadero es un ser espiritual que no puede sufrir ni padecer engaños. Tal vez haya esperanza para todos después de todo, llenando nuestro pensamiento de bien y no de mal. Para terminar, me siento identificado con la proyección en 8 milímetros, el montaje, las raspaduras, el olor del pegamento y el fluído que se agrega a ambas partes de la película que van a ser unidas con la empalmadora. Todo eso me lleva de regreso a la escuela secundaria, donde usábamos un proyector que un cura nos había prestado para ver películas en blanco y negro que nos hacían olvidar por un tiempo los problemas de carencia hogareños y las injusticias nacionales. Es una pena que no haya más comentarios aquí. A quienquiera que lea este comentario le encarezco que haga un esfuerzo y lea este libro. Tal vez otras personas han hecho lo mismo que yo, no le dieron mucha importancia al título (basado en los poemas de Neruda) y no se interesaron por leerlo. Eso es un error. Arde se merece un elogio más profundo, pero.. después de todo ¿Quién soy yo para juzgar?

    Carlos A González
    solracto123@gmail.com

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