El que está cruzando el río nació en San Nicolás (provincia de Buenos Aires) en 1972 y vive en Rosario desde 1990.
Es profesor y licenciado en Letras, y Doctor en Humanidades y Artes, con mención en Literatura. Colaboró con reseñas, notas y entrevistas en el periódico El Eslabón, el diario El ciudadano & su región, el diario digital Redacción Rosario, el suplemento "Señales" del diario La Capital, la revista Diario de Poesía y en la sección reseñas de
http://www.bazaramericano.com/.
Es uno de los responsables de Salón de Lectura, sección de escritores del banco sonoro
Sonidos de Rosario y seleccionó y prologó Imaginarios Comunes. Obra periodística de Fernando Toloza (Córdoba, Editorial Recovecos, 2009).
Escribió
Letras de rock argentino. Género, estilos y transposiciones (1965-2008), Baja tensión (Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2012), Desaire (Bs. As., En Danza, 2014) y el inédito Locales y visitantes.

sábado, 2 de octubre de 2010

Escrito en el cuerpo de la literatura.

Advirtiendo sobre la prolífica serie de textos que su vida ha generado (novelas, cuentos, poemas, films, textos dramáticos, espectáculos musicales), Claudia Soria, licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires y doctorada en Estados Unidos, equipara a Eva Perón con otra trascendental figura histórica: la de Juan Manuel de Rosas.
Dichos textos, enumerados en forma exhaustiva por la estudiosa, conformarían un “sistema Evita”, donde el personaje representado, lo que denomina un “artefacto cultural” –deslindado del personaje real e histórico–, sería elaborado a través de la confluencia de esos objetos artísticos que se apoyan en toda otra serie, integrada por abundantes obras biográficas y documentales, que sería respetada o transgredida, según los casos, a través de un rico diálogo intertextual.
Los cuerpos de Eva. Anatomía del deseo femenino se sitúa en el extenso terreno de los estudios culturales, y circula por uno de sus senderos más pronunciados: el de los estudios de género. Soria se apoya fuertemente en Lacan (el cuerpo como lugar de lo “real”, es decir, donde se actualiza el deseo inconsciente –el goce–) para leer el cuerpo de Eva como el soporte de cuatro posiciones femeninas diferentes, a las que les dedica un capítulo por vez: la hija, la mujer, la madre, la santa y revolucionaria. En el cuerpo mismo de Eva se inscribirían entonces, conflictivamente, diferentes relatos sobre lo que son o deben ser las mujeres.
Soria logra con coherencia articular estas figuras femeninas basándose en unos pocos textos, a pesar de que la lista del corpus, desarrollada en la introducción, es extensa.
El primer capítulo explora la construcción del cuerpo ilegítimo de Eva, como hija bastarda, a través del film Eva Perón (1997) de Juan Carlos Desanzo y la novela Santa Evita (1996) de Tomás Eloy Martínez. El segundo aborda la “belleza” y la “voz” como características del cuerpo femenino, relacionadas con la emergencia de Eva como sujeto, a partir de la lectura de las novelas La pasión según Eva (1994) de Abel Posse y nuevamente Santa Evita. El tercer capítulo se dedica al cuerpo maternal de Eva y su relación con las masas, analizando los textos ya citados con el agregado del film Evita (1997) de Alan Parker. El último se encarga de los cuerpos espirituales de Eva: la santa y la revolucionaria, leyendo los mismos textos más La novela de Perón (1985), también de Martínez.
Así, los modos de representar el cuerpo de Eva iluminan los modos de configurar lo femenino propios de los sistemas machistas de significación. Sin duda, éste es uno de los aportes más significativos del libro. Pero es cierto, también, que el texto plantea problemas propios de este tipo de abordajes. Su impronta extensiva se desentiende de algunas configuraciones que ciertos textos incluidos en el corpus podrían insinuar (como los de Perlongher, del que sólo se describe la trama de un relato y se ignoran sus poemas, en los que es destacada la tematización de lo corporal) o que ni siquiera se citan (como el texto “Eva Perón en la hoguera”, poema de Partitas –1972– de Leónidas Lamborghini). Dichas omisiones, contrastadas con el extenso tratamiento que reciben las novelas de Tomás Eloy Martínez, son significativas: se trata de textos que, por su densidad formal y semántica, problematizarían de manera notoria ciertas nociones manejadas en Los cuerpos de Eva, entre otras, las relacionadas con el concepto de identidad. Por otra parte, su fuerte apego al lenguaje psicoanalítico practica por momentos cierto reduccionismo, responsable de que el texto suela desoír factores ideológicos o políticos más gravitantes aun que los psicológicos, y de que se desentienda, en algunas ocasiones, del espesor simbólico de las obras artísticas abordadas. De este modo, el texto desemboca en algunas formulaciones más que discutibles, como la negación de plano de “la pasión” como motor del accionar de Evita. Se trataría, según la visión clínica de la autora, de “una compulsión”, “un goce masoquista en el que el cuerpo materno se ofrece como víctima sufriente”, punto de vista que debilita la tensión entre saberes disciplinarios que los estudios culturales se caracterizarían por auspiciar.
Uno de los puntos más logrados del libro resulta el tratamiento que recibe el relato de Rodolfo Walsh sobre la muerte de su hija, donde el sistema Evita se desborda y hace posible la lectura de otros objetos culturales íntimamente imbricados con los imaginarios políticos o revolucionarios de nuestro país en un determinado tiempo histórico. Es allí donde estudios de esta clase recuperan su potencialidad, al establecer una serie de cruces entre conceptos y métodos –que se mantuvieron aislados por años tras los estrechos muros de la Academia– y su materialidad social.
Publicado en el diario El ciudadano & la región, 28/2/06.

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