El que está cruzando el río nació en San Nicolás (provincia de Buenos Aires) en 1972 y vive en Rosario desde 1990.
Es profesor y licenciado en Letras, y Doctor en Humanidades y Artes, con mención en Literatura. Colaboró con reseñas, notas y entrevistas en el periódico El Eslabón, el diario El ciudadano & su región, el diario digital Redacción Rosario, el suplemento "Señales" del diario La Capital, la revista Diario de Poesía y en la sección reseñas de
http://www.bazaramericano.com/.
Es uno de los responsables de Salón de Lectura, sección de escritores del banco sonoro
Sonidos de Rosario y seleccionó y prologó Imaginarios Comunes. Obra periodística de Fernando Toloza (Córdoba, Editorial Recovecos, 2009).
Escribió
Letras de rock argentino. Género, estilos y transposiciones (1965-2008), Baja tensión (Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2012), Desaire (Bs. As., En Danza, 2014) y el inédito Locales y visitantes.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Lo que quiere hacerse ver. Sobre la montaña invisible de Ricardo Guiamet. Rosario, Editorial Municipal, 2010, 68 páginas.



Algunos de los libros anaranjados de Editorial Municipal, entregas de una colección de poco ortodoxas crónicas sobre Rosario y su zona de influencia, dan cuenta de los efectos productivos de ciertas apuestas editoriales. Entre ellos, el de propiciar espacios de previsibilidad —la cultura es algo que se comparte— donde lo felizmente imprevisible —el arte— puede acontecer. Es el caso de La montaña invisible, de Ricardo Guiamet (Rosario, 1959), que acepta las condiciones de una literatura que se supone por encargo para llevar a cabo lo que no pueden garantizar aun los editores más hábiles: la escritura de un buen libro.
La narración comienza y finaliza con viajeros que se detienen al costado de un camino. De ese modo, la historia familiar y personal se dan la mano, trazando una de las múltiples vías de acceso al texto: la búsqueda de una montaña mítica como secreto contacto con una tradición. Uno de los méritos de la obra es justamente abocarse a causas profundas como esa, con un tono antisolemne que no pone énfasis en ninguno de sus cometidos. Pero hay otras historias que se narran desde ese ethos humilde, permeable al humor: la singular e "improductiva" investigación de un ciudadano fiel a sus obsesiones, la pasión de una mujer científica y la identidad esquiva de un territorio provincial, que se bosqueja con referencias geológicas (restos fósiles, capas tectónicas) o histórico-políticas (fragmentos de batallas).
En ese sentido, La montaña invisible se vuelve una suerte de ensayo sobre la Patria, con alusiones tanto a los orígenes míticos como a los comienzos históricos de una región santafesina, que se vale de mapas, estudios científicos, croquis, fotografías, manuales escolares e imágenes aéreas que documentan lo imposible: una montaña, "un morrito" que no se percibe a simple vista.
El narrador protagonista evoca su temprana inquietud por las elevaciones y ascensos invisibles, en simbiosis con el halo de misterio y fantasía que desean y legan los habitantes de una tierra con pocos "accidentes". Una charla amistosa desencadena una investigación que se lleva adelante por los sitios virtuales de la web, bares, bibliotecas y departamentos universitarios, y que se valida erráticamente con un viaje final al lugar de los hechos, una suerte de trabajo de campo de los sueños.
El viaje
Así se titula uno de los apartados del libro. En plena pampa, en la tierra de la llanura (chatura, insinúa el libro) infinita, se busca lo singular, lo excepcional que interfiera "la horizontalidad pampeana permanentemente alabada en los textos escolares".
El mismo narrador coteja su búsqueda con la de los personajes del escritor francés René Daumal, en su libro póstumo La montaña análoga. A diferencia de lo que sucede en la obra de culto, "la invisibilidad del morrito de Monasterio no se debe a su carácter inaccesible (...) sino por el contrario a su extremada accesibilidad". Con mirada cinematográfica, se compone la escena de la visita al morro con elementos sueltos y en apariencia intrascendentes: un automóvil, un cerdo, cazadores de patos, una mujer vestida de negro, un arroyito intrascendente, un chacarero cordial y locuaz. Los elementos percibidos se vuelven entonces, como en el texto de Daumal, puertas visibles —a fuerza de deseos inestables, de cálculos deficientes, de búsquedas esforzadas y desprolijas— de lo invisible que pugna por hacerse ver.
Cuando el narrador regresa a Rosario contorneando "el oleaje verde oscuro de la soja asiática", divisa en el horizonte una nueva naturaleza, hecha de cimas concretas y visibles: los nuevos rascacielos que se levantan con obscenidad frente al río Paraná. Ultimos episodios de una serie de hitos protagonizados por palacios, edificios y monumentos que aplastan por contraste el destino anónimo, invisible y pudoroso de los hombres comunes.

Publicado en "Señales", La Capital, el 21/11/10.